En Nietzsche el hombre
aparece no sólo como un ser que se encuentra inacabado –sin una determinación
ontológica definida– sino como una elevación maníaca semidepresiva, como un
punto de inflexión entre el animal y el superhombre. “El hombre es una cuerda
tendida entre el animal y el superhombre, una cuerda sobre un abismo [...] La grandeza
del hombre está en ser un puente y no una meta: lo que en el hombre se puede
amar es que es un tránsito y un ocaso”1. Esta tensión está en el centro de los
problemas que plantea la biopolítica, de allí la actualidad de Nietzsche. La
filosofía de Nietzsche intenta redefinir no sólo los conceptos de vida,
política y poder, también los límites difusos entre “hombre” y “animal”.
La filosofía de
Nietzsche se configura así a partir de la reflexión en torno al problema de la
humanidad y la animalidad, es decir, se articula como un intento de ir más allá
del humanismo entendido como un esfuerzo de domesticación del hombre en el que
se pretende desinhibir su condición animal (fracasando en el proceso). De allí
la importancia de la discusión en torno al estatuto biopolítico del hombre,
debate en el que se insertan autores como Peter Sloterdijk y Giorgio Agamben.
Como lo señala
Agamben2 es Foucault quién desarrolla inicialmente las implicaciones del
concepto de biopolítica3, las estaba desarrollando en sus últimos cursos en el
Collège de France cuando le sobrevino la muerte.
Foucault se refiere al
concepto de biopolítica, al final de la Voluntad de saber4, sintetiza el
proceso a través del cual, en los umbrales de la vida moderna, la vida natural
empieza a ser incluida, por el contrario de los cálculos del poder estatal y la
política se transforma en bio-política; “Durante milenios el hombre siguió
siendo lo que era para Aristóteles: un animal viviente y además capaz de una
existencia política; el hombre moderno es un animal viviente y además capaz de
una existencia política; el hombre moderno es un animal en cuya política está
puesta en entredicho su vida de ser viviente”.
Michel Foucault, a
través del concepto de biopolítica, nos anuncia desde los años setenta lo que
hoy día va haciéndose evidente: la "vida" y lo "viviente"
son los retos de las nuevas luchas políticas y de las nuevas estrategias
económicas. “El hombre occidental aprende poco a poco lo que significa ser una
especie viviente en un mundo viviente, tener un cuerpo, condiciones de
existencia, probabilidades de vida, una salud individual y colectiva, fuerzas
que se pueden modificar...”6
El dominio sobre el
genoma y el desarrollo de las máquinas inteligentes; las biotecnologías y la
puesta en operación de las fuerzas de la vida, trazan una nueva cartografía de
los biopoderes. Estas estrategias ponen en discusión las formas mismas de la vida.
Adolfo Vásquez Rocca
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