¿A qué nos referimos
cuando hablamos de moral? El sentido legal o religioso que se vincula
directamente con la idea de moralidad no pueden, bajo ningún punto de vista,
reducirse a sus únicas acepciones. Porque el sentido moral que poseemos, y que
solemos creer es resultado de algo así como una “ética personal interna”, está
muy lejos de ser un sentimiento producido por y desde el sujeto mismo. Cuando
hablamos de moral hablamos también de condicionamientos, de coacciones,
producciones socio-políticas, costumbres y cultura.
Siempre aborrecí
tanto esa idea de la moral como aspecto formador de carácter, como factor
condicionante para nuestras acciones, como ese concepto que todo lo puede. Bajo
la idea de moral se esconden todas las ficciones que corrompen al hombre y que
lo hacen tan miserable. Bajo la idea de moral justificamos las más atroces e
impersonales acciones.
Y es que, de hecho,
la moral nada tiene que ver con la esencia del individuo, por el contrario, su
intento por universalizar y generalizar la teoría y la práctica social son
maneras de destruir esa esencia generadora, originaria e irrepetible.
La moral nos empuja
a través de la vida, nos condiciona desde la crianza, desde los aspectos más
ínfimos y a través de nuestro crecimiento. Nos permite convivir en sociedad,
claro está, pues sino ¿cuál sería su objetivo? Más que cooptar y naturalizar
ciertas costumbres que de otra forma serían percibidas por el sujeto como
construcciones aleatorias. Y la presión social siempre puede sentirse apenas
intentamos escaparnos o empezar a romper con aquello que la moral establece
debemos aceptar y realizar, cuando destruimos, finalmente, esa concepcion
producida e internalizada de la moral como idea dignificadora.
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