viernes, 5 de diciembre de 2014

Actos ardientes, lenguaje ofensivo - Judith Butler

¿Qué significa que una palabra puede no sólo nombrar, sino, en cierto sentido, realizar, y en concreto realizar lo que nombra?

La declaración constituye, de hecho, al acto de habla, y al mismo tiempo es la puesta en palabras de un acto.
Un acto al que no se le puede pedir un referente, puesto que el efecto del acto de habla consiste en no referirse a nada más allá de sí mismo, en realizar él mismo, produciendo así un extraño efecto de inmanencia lingüística.

Nietzsche afirma que ciertas formas de moralidad requieren de por sí, un sujeto, e instituyen un sujeto como consecuencia de esta necesidad. Se sitúa al sujeto antes de los hechos para poder asignarle la culpa y responsabilidad con respecto a los efectos dolorosos de una cierta acción. Cuando alguien resulta herido, el vocabulario que surge para moralizar ese dolor identifica a un sujeto como el organizador intencional de ese acto hiriente.
En ese momento, no sólo se fabrica al sujeto como origen primero y causal del efecto doloroso que es representado en forma de ofensa, sino que además la acción cuyos efectos son ofensivos no se considera ya como una acción, sino que se reduce a un “acto singular”.

“No hay ningún “ser” detrás del hacer, del actuar, del devenir; “el agente ha sido ficticiamente añadido al hacer, el hacer es todo”.

Más aún, para poder atribuir responsabilidad al sujeto, se fija imaginariamente un origen de la acción que reside en el sujeto: el sujeto es construido primero y ante todo como el causante responsable de un hecho ofensivo. Se establece así una causalidad moralidad entre el sujeto y su acto de manera que ambos términos quedan separados de una “acción” temporalmente más extensa que parece ser anterior y ajena a estas condiciones morales.

La cuestión de quién es responsable de  una ofensa dada precede e inicia al sujeto, el sujeto mismo se forma como resultado de la nominación para venir a ocupar este espacio gramatical y jurídico.
En cierto sentido, para Nietzsche el sujeto cobra existencia únicamente dentro de las exigencias de un discurso moral en torno a la responsabilidad. Las exigencias de la culpa interpretan al sujeto como “la causa” de un acto. En este sentido, no puede haber sujeto sin acto condenable, de la misma manera que no puede haber “acto” al margen de un discurso sobre la responsabilidad, y, según Nietzsche, sin una institución de castigo.

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