El
capitalismo como religión es el título de uno de los más penetrantes fragmentos
póstumos de Benjamin. Según Benjamin, el capitalismo no representa sólo, como
en Weber, una secularización de la fe protestante, sino que es él mismo esencialmente un fenómeno religioso,
que se desarrolla en modo parasitario a partir del cristianismo. Como tal,
como religión
de la
modernidad, está definido por tres características:
1) Es una
religión cultural, quizá la más extrema y absoluta que haya
jamás
existido. Todo en ella tiene significado sólo en referencia al cumplimiento de
un culto, no respecto de un dogma o de una idea.
2) Este
culto es permanente, es "la celebración de un culto sans trève et sans merci. Los días de fiesta y de vacaciones no
interrumpen el culto, sino que lo integran.
3) El
culto capitalista no está dirigido a la redención ni a la expiación de una
culpa, sino a la culpa misma.
"El capitalismo es quizás el único caso de un culto no expiatorio, sino
culpabilizante... Una monstruosa conciencia culpable que no conoce redención se
transforma en culto, no para expiar en él su culpa, sino para volverla universal... y para capturar finalmente
al propio Dios en la culpa... Dios no ha
muerto, sino que ha sido incorporado en el destino del hombre.
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