sábado, 17 de marzo de 2012

Home



Vivimos y acontecemos dando por sentado las concepciones lingüísticas que conforman nuestro universo de percepción. Dividimos, estatizamos e identificamos palabras y frases que terminan por convertirse en modos de vida irrefutables.
Reproduciendo un sistema de valores y símbolos por el cual nos regimos no sólo conllevamos a una mímesis del mismo proceso, sino además, a una puesta en escena, un accionar de ese lenguaje ya convertido en hecho.
Las jerarquías inmutables penden siempre del consentimiento social que se les otorga, y nos ofrecen una gama de opciones limitadas dede su génesis  -porque al decir "amigx" estoy hablando de una relación con ciertas -y no otras, no cualquier- características, jerárquica y emocionalmente inferior a "novix"; y al hablar de "familia" siempre estoy implicando una relación afectiva una superioridad cuasi-celestial.
Claro que podríamos empezar por resquebrajar los núcleos siniestros de nuestro lenguaje homínido, aparentemente inamovibles. Pero no es que sea antagónico, no es que la comodidad o el bienestar despreocupado resida de un lado o del otro.
Sólo hay que aprender a sufrir de todas maneras, y aceptar que esa es la condición que nos envuelve, y nos desarma.

No hay comentarios: