viernes, 9 de marzo de 2012

Esquizofrenia y Post-capitalismo



El esquizofrénico sentido de una melodía urbana se tiñe con colores lúgubres, austeros, veloces y caóticos.

Les aterra no oírlo aunque oírlo implique siempre un padecimiento, una aguja profunda clavándose, que se retiene y acaba ya por no sentirse.

También les invade el fastidio, la cólera, la molestia de saberse engranaje y cómplices del mismo caos que los mata de a poco.

Pero no hacen nada por explotarlo. No dinamitan su base ni su núcleo.

Son muertos vivientes que admiran los colores de aquel caos llevado a su punto máximo, allí en la cima de sus calamidades terrenales.

Allí donde nadie observa la maravilla de su propia creación, de su trabajo manual inédito.

En lo profundo de sus putrefactos corazones saben que no hay sentido, que no hay prioridad ni esperanza; saben que su equivalente profético descansa sobre el desgano y la entrega ulterior.

Y cuando hablan de perpetuar, de procrear y dar vida, sólo buscan prolongarse en su miseria mundana, en la alta modernidad psicótica, y en su sentimiento egoísta de creerse el único halo del universo.




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