jueves, 25 de agosto de 2011

Demokratischen


Los mecanismos de legitimación del Estado se infiltran micropolíticamente y encuentran en el ciudadano medio su principal aliado. No obstante, son los medios los que actúan siempre en conjunto como cómplices irónicos maximizadores, fundadores del terror y el miedo social.

Ahora bien, si afirmamos que el delito (entendido aquí de forma general y ampliada), es una consecuencia inalienable al modo de producción post-capitalista, podemos llegar a entender que a partir de este concepto se cree el binarismo central en el cual descansa el poder (siempre otorgado) de monopolización del uso de la violencia por parte del Estado: el ciudadano medio siempre considera válida la premisa de "delito-Estado-malo-bueno". Encuentra en aquél ente inivisible la sensación de seguridad, de preservación de la paz.

Y en ello reside el éxito de la masificación y del terror que padece el sujeto cuando siente que su estado socio-económico comienza a fluctuar. Como si todos ellos no supieran que los más rentables negocios (así llamados "ilegales" por el poder) están en manos de grandes corporaciones que rigen el mercado y de la economía mundial.

Con lo cual, siguiendo a Foucault, es fundamental comprender el carácter esencial que toma la asociación del carácter formativo o productivo del poder con los regímenes reguladores y disciplinarios. En "Vigilar y Castigar" señala que el delito produce una clase de delincuentes, cuyos cuerpos son fabricados en los gestos y el estilo de encarcelamiento.

Pero este caracter productivo del poder no debe entenderse jamás de manera conductista. El poder no siempre produce de acuerdo a un propósito, o mejor dicho, su producción es tal que a menudo desborda o altera los propósitos para los cuales produce. Con lo cual, la descripción del sometimiento debe entonces esbozarse siguiendo los movimientos de interiorización por parte del sujeto.

Las sensaciones de inseguridad, las cifras alteradas, etc., dan siempre cuenta de esa pantalla necesaria para la formación de sujetos alienados, las cuales son abordadas por este último como propios justificativos en esa "necesidad infaltable de un monopolio de la fuerza que combata los criminales irrecuperables" -siempre extrernos, siempre ajenos- al Poder

La legitimación llevada a su extremo se naturaliza en una fetichización acentuada de la presencia de aquél Estado protector que "no crea criminales ni los contiene sino que los combate".

Por eso, allí donde el sujeto crea y reproduce legitimación, lo hace bajo frases tales como "el Estado lucha contra el delito en las calles", entre otras. Y es esta sociedad civil, la cual asume siempre (incluso hasta la muerte), su papel legitimante en esa relación paradojal con el Estado. La misma masa que cree que su deber civil contribuirá, en última instancia, a alterar su presente; o que yendo a votar un domingo de elecciones podrá finalmente erradicar sus problemas. Invocando al sabio Poder de su misma sujeción.

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