La necesidad de entender, de aprehender el sentimiento de la pérdida reafirma el sentimiento de dependencia, de auto-salvación y fe en un mundo lleno de antagonismos, contradicciones y predicaciones mundanas.
El simple hecho de buscar motivos, causas y efectos es lo que nos destruye lentamente, aunque a simple vista, su búsqueda sea una pseudo-necesidad auto-infringida mas condicionada por mecanismos complejos de control biopolítico. Y es que aquello que escapa del entendimiento y politización dentro de un marco donde lo que se preserva es la vida, donde se esconde y se difuminan los rastros y las huellas de la desaparición material humana, es aquello a lo que aspiramos a conocer, a lo que dedicamos nuestras vidas a comprender y razonar.
Y cuando nos
preguntamos por sus motivos, cuando buscamos los “por qués” que tanto nos
acechan, es cuando comenzamos a alejarnos de lo realmente efímero y bello de la
vida en sí misma; olvidamos que disfrutar es tan sencillo como sonreír y
atrapar los instantes más alegres que nos rodean. Obviamos la simpleza de lo
biológico.
Pero, por el
contrario, nos acercamos a la supremacía del ser, cuando logramos abandonar las
banalidades y nos permitimos sentir la exquisita fluidez, la delicada sensación
de poder sentir per se, de ser
capaces de abstraernos de a ratos de nuestra realidad tan vehemente.
De abandonar
las profecías, para dejar de entender y comenzar a sentir.
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