El discurso que descansa sobre la base de la politización de la nueva generación cyborg no desea la inserción dentro del campo "politizado" desde posturas radicalmente peligrosas. Confiere más bien, un llamamiento al sometimiento perpetuado, estimulado y asimilado. Incluye todos los aspectos y dispositivos de control biopolítico y se mueve cíclicamente en su ronda democrática.
Conserva su status quo demandante de cuerpos que definan y reproduzcan taxativamente su discurso legitimado reencarnado piel y voz.
Si de sublevación se hablara, entonces, deberíamos pensar de qué manera podríamos atentar contra sus dispositivos, romper con lo viejo y crear desde esa misma huida. Nada radical puede pensarse si no se piensa desde lo no pensado, y ninguna acción puede desalentar al monstruo si no se acciona desde afuera, deconstruyendo el legitimado binarismo y su consecuente colchón ficticio de derechos nunca ganados.
Ad astra per aspera, pero antes des-subjetivar.
La ciencia ficción contemporánea está llena de cyborgs -criaturas que son simultáneamente animal y máquina, que viven en mundos ambiguamente naturales y artificiales.
La medicina moderna está asimismo llena de cyborgs, de acoplamientos entre organismo y máquina, cada uno de ellos concebido como un objeto codificado, en una intimidad y con un poder que no existían en la historia de la sexualidad. El ’sexo’ del cyborg restaura algo del hermoso barroquismo reproductor de los heléchos e invertebrados (magníficos profilácticos orgánicos contra la heterosexualidad). Su reproducción orgánica no precisa acoplamiento. La producción moderna parece un sueño laboral de colonización de cyborgs que presta visos idílicos a la pesadilla del taylorismo.
Haraway, D.
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