Me pregunto si el respeto en realidad no es represión. Si el hecho de respetar opiniones ajenas no se convierte simultáneamente en un acto de otredad reducida; de encarnar la diferencia dialéctica que se instituye en la ambigüedad del “aquéllo siempre desigual”.
También me pregunto si Agamben cuando escribía acerca del campo de tensiones entre la antropomorfidad y animalidad del hombre, pensaba en dilemas actuales que se ven a través de los medios, de actos repetitivos -diría alguien “animales”- pero no animales de hecho, porque éstos no realizarían actos repetitivos a no ser que eso conllevara a un fin funcional y beneficioso al ciclo de su vida. Y la “animalidad” humana que a diario denota la repugnante realidad está lejos de tener un fin más allá de la sumisión y estupidización de las masas.
Dar este tipo de cosas por sentado claramente nos reduce a discutir y argumentar siempre sobre la misma y tediosa base de los así llamados “Derechos Humanos”, respondiendo siempre a la mecánica post-capitalista y tomando puntos como base que ni siquiera nos hemos planteado, pero que aún así, nos parecen naturalmente acertados. Y es que dar por sentado cual esclavo medieval es encarnar el mismo rol de defensor de un sistema errático, es contentarse con la mediocridad. Pero probablemente plantearse la genealogía de diversos discursos como “Soy esto, soy lo otro, me gusta, yo elijo tal cosa”, sea ir demasiado lejos para quienes se han vuelto portavoces de su paraíso abismal igualitario. Igualitario porque “se elige”, “se es igual ante la ley”, “se puede decidir entre trabajar o no hacerlo”, y porque “la condena social surge de la misma sociedad”.
Nos olvidamos de una parte importante cuando condenamos sólo a la sociedad por sus veredictos morales, y no nos percatamos de que hemos sido programados y calculados bajo los límites de un Poder que ontologiza, naturaliza, ritualiza y condena al abismo de la patología a aquellxs que no sólo corrompen dichos límites, sino que además realizan un llamamiento de cambio al resto de su sociedad sumergida.
Y quien cree que leyendo a la democracia desde una perspectiva “positiva” realmente logra extraer de eso el mejor régimen existente, entonces debería replantearse qué se entiende hoy en día por demos-kratos.
¿Hasta qué punto se justifican genocidios -virtuales o no-, se somete, se encierra, se corrompe, en el nombre de la democracia?
Por último, me pregunto que, si quien cree que vivimos en un mundo de “libre elección”, realmente no se percata de la ficción de variedad sobre la que se construye la vida, la cual se concentra en las manos del biopoder que nos produce, nos coopta y nos eternaliza normales.
Y siguiendo la cadena, no hay opinión que valga, ni sociedad que detente.
Todo es funcional.
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